El inicio del año escolar 2025 está aquí, y con él, la necesidad de retomar rutinas que favorezcan el aprendizaje y el bienestar de nuestros niños. Uno de los aspectos más importantes, pero muchas veces subestimado, es el sueño. La calidad y cantidad de horas que duermen los menores influye directamente en su rendimiento académico, su salud emocional y su desarrollo integral.
En una época donde la tecnología y el ritmo de vida acelerado pueden afectar los hábitos de descanso, es fundamental que los padres y cuidadores establezcan horarios adecuados para dormir. Según los expertos, los niños en edad escolar (entre 6 y 12 años) deberían dormir entre 9 y 12 horas diarias, mientras que los adolescentes (de 13 a 18 años) necesitan entre 8 y 10 horas para un adecuado funcionamiento cognitivo y emocional.
El problema es que muchos estudiantes llegan a clases con un déficit de sueño acumulado, lo que se traduce en falta de concentración, irritabilidad y un menor rendimiento escolar. Para evitar esto, es recomendable que, desde días antes del inicio de clases, se establezca una rutina de sueño que incluya horarios fijos para acostarse y despertarse, evitando el uso de pantallas al menos una hora antes de dormir y promoviendo actividades relajantes como la lectura o la meditación.
El sueño no solo es un factor clave en la educación, sino también en la salud mental y física de nuestros niños y adolescentes. Un buen descanso contribuye a fortalecer el sistema inmunológico, regular las emociones y mejorar la memoria y la creatividad.
Este 2025, hagamos del sueño una prioridad. Como padres, docentes y sociedad, es nuestro deber fomentar hábitos saludables que permitan a los estudiantes afrontar el nuevo año escolar con energía, motivación y bienestar. Un niño bien descansado es un niño con más oportunidades de aprender y disfrutar su día a día.